HISTORIA DE LA MÚSICA RELIGIOSA EN ESPAÑA

Desde la Cruz, la gracia comenzó a elevar y perfeccionar la naturaleza caída; así transformó también aquel cultivo del espíritu que llamamos Música. Sin embargo, una vez hecho patrimonio de la cristiandad, esa perfección, hija de la Iglesia, era susceptible de sobrevivir también fuera de ella, como carisma, simple don natural que, cada vez más alocado y patético, desgastaba ese patrimonio sin renovarlo, hasta perder hoy su carácter de armonía, de serenidad, de verdadera belleza.

Esa distinción fundamental entre lo sobrenatural-divino y lo preternatural luciferino –aquí todo talento usado al margen del Redentor, o aún contra Él–, conviene tenerla presente para sacar pleno provecho a la magnífica obra de Araiz. El tributo pagado a los Beethoven, Wagner, etc. la exige, para no errar en la interpretación de la decadencia y esterilidad desde que España dejó de ser lo que fue, en la medida en que avanzaba la causa de los enemigos de la Iglesia. A diferencia de la cultura alemana desde Lutero, la España fiel nunca supo ni quiso cultivar carismas sin gracia: corruptio optimi pessima.

El mérito propio de la Historia…, pues, consiste en rendir el merecido homenaje a los músicos religiosos españoles de todas las épocas, tan ignorados, o al menos tan deficientemente conocidos.