LO VERDADERO Y LO FALSO EN MATERIA DE AUTORIDAD Y LIBERTAD SEGÚN LA DOCTRINA DEL SYLLABUS

El derecho divino es la risa, el escándalo y el espanto de los tiempos modernos. Aquí los conservadores hace coro a la democracia radical, de la que se distinguen únicamente por matices casi imperceptibles. Sin embargo, del estudio del origen de la soberanía se deduce que las sociedades humanas han creído siempre en el derecho divino, pues el derecho oes divino, o no existe.

“Dios devora al pueblo, si éste no devora a Dios”. Desde la Revolución Francesa así se ha consignado un antagonismo ficticio. Hasta entonces, Dios y el pueblo vivían en paz; y hasta hace no tanto resistía el pueblo a las instigaciones de la im­piedad, y en el templo, en el hogar, aceptaba la supremacía del soberano invisible a quien adora y ama.

Fue el mundo político el primero en sufrir la negación de armonía entre los dos. Pero sin Dios, el pueblo ha caído presa de la tiranía, sea abierta o solapada, porque Dios es la providencia del pueblo; y el pueblo, la gloria de Dios. Quiéranlo o no, aquellos que lograron divorciarlos, portavoces eran del “padre de la mentira”: jamás probaron que Dios fuera un tirano porque preside a la vida social, ni demostraron nunca que el pueblo -o la humanidad- tuviera necesidad de ser Dios para ser libre.

Es de sumo interés anotar que el censor eclesiástico de la traducción española introdujo ciertas aclaraciones para remediar la imprecisión doctrinal a que da lugar, pese al nihil obstat correspondiente, el propio orginal francés.