ASESINOS DE ESPAÑA

Desde la apoplegia de Lenin, en 1922, y el “resfriado” providencial de Trotski, la Internacional judeomasónica había perdido el control sobre su criatura, la Revolución Rusa. Aún hoy, pocos son los que saben que Stalin, jugando a “patriota religioso”, cual segundo Napoleón, había sacudido el yugo de los usureros de Wall Street, traicionando su masterplan geopolítico mesiánico.

El mérito rarísimo de Karl consiste en haber revelado este hecho ya en 1935, antes de la Guerra de España y la propia Mundial, pero por entonces se le escapó la conclusión lógica que, años después, en 1950, realizó con la publicación de Sinfonía en Rojo Mayor, relato autobiográfico en que un médico polaco secuestrado por la NKVD es testigo del interrogatorio en que el judío iluminati Rakovsky, prisionero de Stalin, le hiciera temblar ante el hecho de que también Hitler, y la Alemania nazi, no eran sino instrumento de la Internacional financiera, el único capaz de obligar a Rusia a volver a la obediencia de la Alta Banca Judía.

Todos los hechos políticos, también los de España, desde Primo de Rivera hasta la Segunda República, reflejan esta complicación y, con esta salvedad, revelan la suma penetración del autor en las maniobras dialéctico-sinárquicas del Enemigo.

Si intentaramos aplicar los hechos revelados e interpretados entonces a la situación geopolítica actual, veríamos hasta qué punto los pregoneros de libertad y paz no son sino ejecutores hábiles de guerra y esclavitud a escala mundial. Sólo cambiaron los nombres, pero no así la dialéctica diabólica. Basta sustituir marxismo por terrorismo y se ilumina una sentencia capital de la obra: “La palanca del capitalismo, articulada por el eje judío con la del marxismo. He aquí, entre su tenaza, el Mundo aplastado como una nuez podrida”.