MARÍA INMACULADA

Ignoran los tibios las prerogativas con que la Santísima Trinidad quiso adornar a la Madre de Dios; y los fríos las odian. El frío por antonomasia, el demonio, no ignora sin embargo que María es martillo de los herejes desde que escuchara el juicio de Dios: “Pondré enemistad entre tí y la Mujer, y entre tu progenitura y la suya” (Gen. 3:15).

María es la Nueva Eva en atención a Jesucristo, el Nuevo Adán. La Inmaculada Concepción augura todos los misterios mediante los cuales quiso Dios triunfar del Ángel apóstata. Y éste sabe que para vencer a la Iglesia había que desterrar la bimilenaria doctrina y prácticas marianas de los corazones de los católicos.

Ofrendó su vida para impedirlo el gran apóstol de María en España durante el siglo pasado, San Antonio María Claret. Con motivo de la definición dogmática escribió, siendo arzobispo, una Pastoral que tuvo gran resonancia. Quedan ejemplares de las ediciones de Cuba, Barcelona y París. La que volvemos a presentar es la edición impresa en Cuba en 1855. Como introducción a la misma figuran unas líneas acerca de su devoción a María, y más en particular acerca de lo que hizo por la Inmaculada y de las circunstancias que acompañaban esta Pastoral. De este modo quedarán descritos los caracteres del marianismo del Padre Claret y podremos presentar la Pastoral en su marco propio, que no dudamos de calificar de escatológico.