INQUISICIÓN SOBRE LA INQUISICIÓN
La maestría y gracia del estilo del autor es solo el ornato externo y accidental de su fe en España, en su Historia, en sus Instituciones. Para quien con ánimo límpio busca la verdad, estas páginas breves bastarán para destruir las fantasías repugnantes que espíritus cavernarios han construido sobre el tema de la Inquisición.
Para quien especula con mala fe sobra la dialéctica del espíritu, a no ser que Dios le toque un día con su gracia. La verdadera prueba caldaria a la que nosotros sometemos a los enemigos de España, es ésta: el examen frío y llano de la verdad. Y ésta es que en trescientos años no hubo más muertos que lo que ahora se despacha en un día cualquier gobierno para reprimir cualquier conato de rebelión.
Si persisten ciegos y sordos, ¿qué hemos de hacer? Un día les enseñará el estruendo criminal de cualquier revolución cercana, cómo es necesario elegir entre los dos términos del dilema. La España de 1936 escogió sin titubeos uno: Dios y su ciudad.
Al fin y al cabo, hubo Inquisición para que no hubiera Revolución. Y hubo Revolución cuando no hubo más Inquisición.