VÁZQUEZ DE MELLA
El tradicionalismo, prefigurado en el Filósofo Rancio, como sistema político y filosófico deja de ser puro filosofismo con Donoso y con Balmes, pero sobre todo en la obra de Aparisi y, como cuerpo doctrinal extenso y acabado, en la de Juan Vázquez de Mella (1861-1928). En el gran tribuno y pensador, el tradicionalismo se convierte en resurrección gallarda del espíritu español, ahogado y desviado de su natural dirección por el enciclopedismo del siglo XVIII y por el parlamentarismo exótico y pseudodemocrático del XIX. Para enfrentarse con el liberalismo no se limita Mella a derruir sus bases lógicas; también se fija en la historia española. La historia del liberalismo -dice- es la negación de la historia de España.
La crítica de la democracia liberal aún no se ha hecho más agudamente de como Mella la hizo. En él aparece con claridad el error de la supuesta opinión de las mayorías y la paradoja de que los incapaces elijan a los capaces, los incultos a los cultos y los menos dignos a los más dignos. Frente a la cuestión social, Mella no se somete a un conservadurismo contemporizador; habla sin tapujos de la “afrentosa servidumbre” de clases enteras, y afirma que el capitalismo no responde al ideal de justicia y caridad. Es genial su crítica del leguleyismo y su enfoque de la cuestión judía. Sin estudiarla –dice- no se puede comprender la social, ni la revolución universal que dirige. La logia -añade- es el atrio de la sinagoga.
En breve, además de absurdo es anticristiano el constitucionalismo porque prescinde de la historia y del carácter de las naciones mediante fórmulas apriorísticas inventadas e impuestas por los enemigos de la Cruz.