DISCURSOS Y MENSAJES DEL JEFE DE ESTADO
No es necesario ser devoto de Franco. Basta meditar sobre el espíritu que anima sus discursos y mensajes, escuchados y meditados por la gente precisamente por ser ni prolíficos ni sin contenido valioso o propósito confesable, para darse cuenta de que la España nuestra, no menos que el resto del mundo, hoy es un cadáver político y religioso, animado y dirigido por las huestes del Ángel caído.
Juzgue cada cual; no tiene más pretensión la presente selección de los años 55 a 59 marcados por la astuta insumición de España a los intereses masónicos con ocasión o pretexto de la Guerra Fría y la muerte del Papa Pío XII.
También basta con recordar las palabras de esperanza respecto a Don Carlos de Borbón, para ver que la llamada transición, de un régimen cristiano a un régimen anticrístico, tuvo su condición de posibilidad en una vil traición y perjurio:
“La Monarquía -proclama Franco- que en nuestra Nación pueda un día instaurarse no puede confundirse con la liberal y parlamentaria que padecimos... Se olvida que la Monarquía, en sus tiempos gloriosos, fue eminentemente popular y social, precisamente todo lo contrario de lo que muchos creen al juzgar por lo que hasta ellos llegó. Aquella Monarquía encarnaba en sí los principios de unidad y autoridad templados por los de su confesionalidad católica. Lo importante de las instituciones no es el nombre, sino el contenido”.