¿ DE QUÉ SIRVEN LAS MONJAS ? EPISODIOS DE LA REVOLUCIÓN DE 1868

Esta magnífica obra no es historia ni novela, pero participa de las dos cosas. Los nombres son fingidos; los hechos... ¡ojalá lo fuesen!

¡Ay de la nación en donde el pueblo se acostumbra a ver hollados con fortuna los primeros preceptos de la moral, por quien tenía el encargo de defenderlos! Alimentado por la mentira organizada, el pueblo tiene una lógica terrible. Si un día vió des­pojar impunemente de sus dotes a las mujeres re­ligiosas, otro habría de decir: ¿por qué no se puede des­pojar también a las mujeres casadas? Viendo a las Juntas revolucionarias disponer como de cosa propia de las casas y bienes de las asociacio­nes religiosas, luego iba a preguntar: ¿y por qué no hemos de apoderarnos también de los bienes de las asociaciones profanas?

La Revolución, teniendo principio, no tiene término, porque el odio que la alimenta es insaciable, hasta la subversión completa del orden creado por Dios. Truncados los medios de gracia y verdad, la propia naturaleza humana cae en un abismo sin fondo.

No hubo más que un paso de la revolución liberal a la socialista, porque la Historia nos enseña invariablemente que el régimen luciferino (revolución encubierta) y el satánico (revolución sin máscara) se retroalimentan mútuamente. De hecho, las diversas fases de esta maniobra dialéctico-sináquica no sirven sino a la instauración final de aquél. Porque la Revolución, propiamente dicha, es conservadora.

Así, la Primera República española fue el terrible anuncio de la Segunda. Pero el juego sinárquico continúa. Es lógico, cortadas las raízes del árbol, las ramas frutales se han secando. No podía menos de ser así, porque todo es armónico en la religión. Quien la desprecia en una parte, no puede estimarla en las otras.