Publicamos conjuntamente dos tratados olvidados, complementarios y casi coetáneos; frutos del sudor y lágrimas de dos sacerdotes de Cristo piadosos, alertos y diligentes. Su ciencia es incuestionable, y su talante moral en modo alguno denota odio o menosprecio racial, sino sólo caridad, caritas veritatis, porque les embarga el alma el dolor de amor, no menos del Cuerpo de Cristo, la Santa Iglesia Católica y sus hijos, como de la humanidad entera, incluidos los neojudíos, presa todos de los secuaces terrestres del Ángel caído. ¿Qué diremos hoy de la voz de Don Sardá clamantis in deserto? Y si aquella voz no nos conmueve, imposible que no nos convenza la erudición sin apelación del Padre de Lamarque.